Dortmund: el fútbol como Modus Vivendi
- Lluís Bou Morera
- 2 oct 2019
- 3 Min. de lectura
“En esta ciudad, pronunciar la palabra Bayern es casi un delito”, me comentaba un hombre de avanzada edad vestido de amarillo mientras acariciaba una cerveza. Esta frase, por sí sola, basta para describir lo que es el fútbol para la hinchada del Borussia Dortmund. Más que un entretenimiento, más que una pasión o un sentimiento, es una manera de vivir.

Salía el sol (a ratos) en Dortmund. La Marktplatz se vestía de gala. Era un día especial en la ciudad más importante de la región del Ruhr: desde el 11 de marzo del 1998 que el FC Barcelona no visitaba el Westfalenstadion, sede del Dortmund y templo sagrado para sus fieles seguidores con capacidad para 65.829 personas. El pistoletazo de inicio de la Uefa Champions League estaba a punto de llegar y lo hacía a lo grande, con un duelo entre dos de las mayores potencias del fútbol europeo en un estadio mágico.
Si vas a la ciudad de Dortmund por una causa ajena al fútbol pero resulta que tu visita coincide con un día de partido, por mucho que le pongas empeño en aislarte de los acontecimientos que pasan a tu alrededor, ríndete. No hay alternativa, pues es imposible no percatarse de que, cuando la luz del sol se esconda y los focos iluminen el verde del Signal Iduna Park, algo extraordinario va a suceder. Pero un día de partido en Dortmund dura mucho más que los 90 minutos en los que el balón rueda sobre el tapete. Su cultura futbolística, heredada generación tras generación, les obliga a anteponer su club ante cualquier cosa. Si el Barça se enfrenta al Dortmund, el trabajo y las demás obligaciones pasan a un segundo plano.
Basta con plantarse sobre el mediodía en una de las plazas centrales de Dortmund, la Marktplatz. No podrás más que observar, pues no hay una sola silla libre: decenas y decenas de mesas comparten el mismo patrón. Camisetas y bufandas negras y amarillas acompañan a las toneladas de cerveza que hace horas que ya van desfilando. Al otro lado, con una fuente dividiendo la plaza, los aficionados del Barça entonan la voz cuando todavía quedan muchas horas para el pitido inicial.

Más allá, a escasos metros de la afición blaugrana, un tenderete aguarda expectante la visita de algún despistado que se haya olvidado la bufanda en casa, ofreciendo al cliente todo tipo de variedad: bufandas especiales para el partido, exclusivas del Borussia o de choques anteriores, como de los duelos frente al Köln o el Hamburgo.
Durante el desfile hacia el estadio, que se ubica a poco más de 2 km de la Marktplatz, ya se intuía lo que podía ser la famosa Sudtribune del Westfalenstadion, donde las personas dejan a un lado sus vidas y se unen para convertirse en un intimidante muro amarillo (Die Gelbe Wand). Miles de camisetas negras y amarillas se apelotonaban en las afueras del Westfalenstadion a pesar de que el inicio del partido aún estaba lejos. Las hinchadas de Dortmund y Barça se mezclaban y dejaban claro que el buen rollo era el protagonista de la previa. Ni un problema, ni una mala mirada. Aficionados del Dortmund dando la bienvenida a los visitantes, agradeciendo el esfuerzo y avisando de lo que iban a presenciar: “¿Es la primera vez? El ambiente es una maravilla, disfrutadlo”.

Dortmund es distinto. El partido empieza a las 12 de la mañana y termina media hora después del pitido final. Porque el fútbol y el sentimiento de club van mucho más allá de cuando rueda el balón. Una cultura futbolística diferente y especial, un espectáculo en mayúsculas, un estilo de vida.
Danke, Dortmund.
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